Otro factor interesante es la mandíbula. Los espinosáuridos se
caracterizan por poseer mandíbulas similares a las de los cocodrilos, pero más
estrechas, achatadas y alargadas, adoptando forma tubular. Éstas cuentan con
adaptaciones poco comunes en otros dinosaurios carnívoros. Por ejemplo, los
dientes más largos se ubicaban en la parte delantera las mismas y presentaban
una diastema (una inclinación curvada en la que la cantidad y el tamaño de los
dientes se reduce) en las mandíbulas superiores, siendo éstas adaptaciones
formidables para atrapar a sus presas sin que éstas escaparan. Por otro lado, en
algunos casos, la nariz estaba ubicada en la parte posterior del hocico. Estas
pistas dan a entender que este grupo de dinosaurios poseía una alimentación
distinta a la de otros terópodos de gran tamaño. Entonces, ¿qué comían?
Los propios fósiles nos ofrecen una respuesta. Al estudiar minuciosamente
el diseño craneal de estos terópodos, los paleontólogos advirtieron que esta
estructura mandibular es típicamente vista en animales cuya dieta es mayormente
piscívora y de hecho, así lo prueban los restos de un Baryonyx que fueron encontrados con
fósiles de peces dentro de la cavidad estomacal del dinosaurio, incluyendo escamas
de peces a medio digerir. Por si fuera poco, los restos de espinosáuridos por
lo general son descubiertos en zonas que hoy se sabe, eran muy húmedas en el
tiempo en que estos dinosaurios las habitaban, lo que coincide con este
planteamiento. Estos descubrimientos han dado a conocer que los peces constituían una
importante fuente de alimentación para los espinosáuridos, si no la más
importante. No obstante, los restos de lo que aparenta ser una cría de Iguanodón fueron encontrados en la cavidad estomacal del Baryonyx. Por otro lado, los fósiles de un espinosáurido llamado Irritator fueron encontrados cerca de un yacimiento de fósiles de pterosaurios en Brasil y más sorprendente aún, se descubrieron restos de una vértebra de pterosaurio con un diente de espinosáurido incrustado, sugiriendo la posibilidad de que este grupo de dinosaurios se haya alimentado de éstos. Estos hallazgos sugieren que los espinosáuridos no eran exclusivamente ictiófagos, sino que también se alimentaban de animales terrestres, incluyendo otros dinosaurios, adoptando así una dieta muy variada.
Sin embargo, basándose en la forma, diseño y ligera constitución del cráneo de
estos dinosaurios, los paleontólogos determinan que sus mandíbulas eran
considerablemente más débiles que las vistas en otros dinosaurios terópodos. Del
mismo modo, señalan que el cuello era más largo y flexible que en la mayoría de
los terópodos de gran tamaño, otorgándole mayor agilidad al mover la cabeza. No
obstante, esto implicaría músculos más reducidos, lo que a su vez restaría
fuerza a las mandíbulas, siendo este rasgo consistente con la posesión de una
estructura mandibular limitada en fuerza. Para confirmarlo, se llevó a cabo un
estudio basado en la estructura ósea de las mandíbulas del Baryonyx. El
experimento demostró que el animal no podría usar su boca para atacar presas de
gran tamaño sin sufrir heridas severas en la misma, del mismo modo que
ocurriría con un gavial (una especie de cocodrilo que sólo puede alimentarse de
peces y fauna de tamaño menor). Al realizar estudios como este, los expertos
determinaron que la estructura mandibular de los espinosáuridos no era lo
suficientemente fuerte para abatir animales grandes en proporción a su tamaño,
mas en cambio, era perfecta para capturar animales escurridizos y relativamente
limitados en tamaño y fuerza, por lo que es probable que los espinosáuridos
basaran su dieta mayormente en animales relativamente pequeños.
Los hallazgos hechos hasta el momento parecen apoyar esta teoría,
sugiriendo que la familia de los espinosáuridos se caracterizaba por poseer una
dieta mayormente consistente en peces, aunque también en otros animales de
menor tamaño y pese al escaso material que conservamos del Espinosaurio, las
similitudes entre este gigante y sus parientes apuntan a que éste no tuvo un
estilo de vida muy diferente. De hecho, se han encontrado pruebas que validan
esta hipótesis. Por ejemplo, en las cercanías de sus fósiles, se han encontrado
restos de cocodrilos, peces y otros animales acuáticos, sugiriendo así, que
este carnívoro vivía en las cercanías de cuerpos de agua. Además, fósiles de
pterosaurios han sido hallados en los sitios de excavación en donde suelen recuperarse
restos de Espinosaurio y más importante aún, restos de peces han sido
encontrados entre los fósiles del dinosaurio, lo que indica que este coloso probablemente
empleaba los mismos hábitos alimenticios que sus primos menores. Estos
hallazgos permiten a los científicos afirmar que lo que actualmente es el
desierto del Sahara, durante mediados del Período Cretácico era un conjunto de llanuras
pantanosas y pequeños bosques tropicales, los cuales disfrutaban de un clima
cálido y estable durante la mayor parte del año. ¿Cómo es esto posible?

Para contestar esta pregunta debemos conocer cómo era el mundo en la
época del Espinosaurio. A mediados del Cretáceo, lo que es hoy el norte de
África colindaba al Oeste con Brasil y al Norte con una pequeña parte de
Europa. En ese entonces, el continente estaba un poco más al Sur de donde
podemos verlo en los mapas de hoy. Además, se sabe que este lugar tenía acceso
a la costa marítima, posiblemente, por el Norte, el Este y el Sudoeste. Esta
ubicación geográfica le daba a la parte norte del continente africano un clima
cálido, húmedo y frondoso. Esto permitía el desarrollo de un ecosistema
acuático muy variado y abundante, proporcionando el hábitat ideal para un
animal perfectamente adaptado para la ictiofagia. No obstante, sabemos que al
igual que sus relativos, el Espinosaurio, a pesar de ser principalmente
piscívoro, probablemente no se limitada a alimentarse exclusivamente de fauna
acuática. Entonces, ¿qué hay de las presas terrestres? Es de considerar que en
el entorno del Espinosaurio, también abundaban diversas especies de dinosaurios
herbívoros, incluyendo grandes saurópodos e iguanodóntidos. Sin embargo, es
poco probable que éstos formaran parte del menú de un depredador con una estructura
mandibular estrecha y limitada en fuerza. No obstante, si bien es cierto que
algunas de las presas disponibles eran demasiado arduas para un depredador
especializado para cazar peces y criaturas escurridizas, es posible que los
individuos jóvenes fuesen un blanco bastante común. Pero al habitar en un ecosistema
tan rico en fauna acuática ¿por qué recurrir a este tipo de presas?
Para explicar esto, cabe destacar que los niveles de oxígeno eran
considerablemente más elevados en la Era Mesozoica y que a mediados del período
Cretáceo, el continente africano (a pesar de estar ubicado relativamente más al
Sur de lo que está hoy en día) aún estaba cerca de la línea del Ecuador, lo que
le daba también zonas poco frondosas, además de los pantanos tropicales y
sistemas de agua dulce que allí predominaban. Además, es muy probable que estos
hábitats pudieran haber sido azotados por sequías duraderas. No obstante, los
paleontólogos especulan que la “vela dorsal” del Espinosaurio funcionaba como
un aparato orgánico de termorregulación que ayudaba al animal a
mantener una temperatura corporal adecuada (aunque se sugiere también que pudo haber
sido utilizada como medio de exhibición para atemorizar a sus enemigos, atraer
pareja o bien, todas estas funciones). Esto sería posible gracias a la
presencia de vasos sanguíneos en esta estructura ósea que pudieron haber
servido para absorber o expulsar calor. Además, se han encontrado fósiles de
otros dinosaurios que poseían una estructura similar, los cuales, compartieron su entorno con este carnívoro, lo que
fortalece esta explicación. Estas pruebas permiten a los científicos insinuar
que el Espinosaurio utilizaba esta adaptación para absorber o liberar el calor
y de esta forma, regular su temperatura corporal. Esta adaptación sería
especialmente útil durante la sequía, lo que ha llevado a los paleontólogos a
considerar que el Espinosaurio pudo haber sido un animal migratorio que
recorría grandes distancias durante la estación seca, en busca de mejores
posibilidades de sobrevivir.
Partiendo de esta perspectiva, es razonable decir que durante las
primeras semanas de la estación seca, a medida que los pantanos que se formaban
en las llanuras centrales del norte de África se convertían en terrenos secos y
poco abundantes en vegetación, el Espinosaurio podría aprovechar la cantidad de
peces y otros animales acuáticos muertos que quedaban varados en la tierra
cuando los ríos y los lagos se secaban, antes de que gran parte de la fauna
acuática pudiera movilizarse a las zonas más húmedas o cercanas a la costa
marítima, como manglares y lagunas costeras, donde los niveles del agua eran
más estables. Sin embargo, para un animal con una adaptación que le permitía
regular su temperatura corporal, esta migración resultaría más sencilla, por lo
que luego de aprovechar los últimos restos, es posible que el Espinosaurio se
movilizara a las costas marítimas debido a la escases de su principal fuente de
alimento. No obstante, dicha movilización implicaría cruzarse con las manadas
de dinosaurios herbívoros que también se veían obligados a migrar a zonas más
exuberantes debido a la insuficiencia de vegetación. Posiblemente, el
Espinosaurio daba persecución a estas manadas y se infiltraba en ellas para
cazar a los miembros más jóvenes durante su trayecto a las costas marítimas.
Una vez allí, permanecería alimentándose de los recursos disponibles hasta los
inicios de la estación húmeda, la cual, causaría inestabilidad en la marea,
obligando a la fauna marina a moverse a zonas más profundas y a la
dulceacuícola, a regresar a los ríos y cuerpos de agua centrales, y tras ellos,
viajaría el Espinosaurio. Por otro lado, es posible que este carnívoro no
siempre tuviera que esperar a la sequía para alimentarse de fauna terrestre.
Posiblemente, cuando alguna presa desprevenida, como la cría de algún otro
dinosaurio anduviera en las cercanías, el Espinosaurio no dudaría en lanzarse
al ataque (un comportamiento típico de los cocodrilos como el gavial). Estas
estrategias alimenticias también explicarían el fósil del joven Iguanodón
encontrado entre las costillas del Baryonyx.