Oxalaia: El nuevo gran carnívoro de Brasil
El pasado 16 de marzo, un equipo de paleontólogos presentó los fósiles de un nuevo espinosaurio que pudo haber alcanzado de 12 a 14 metros en vida y haber pesado de cinco a siete toneladas, tratándose del mayor terópodo encontrado en el país. El ejemplar recibió el nombre de "Oxalaia Quilombensis", en homenaje a Oxala, la divinidad masculina más respetada de una religión africana implantada en Brasil durante el período de esclavitud y su binomial se debe a los quilombos, los refugios de los esclavos brasileños y sus descendientes en la isla de Cajual, donde el nuevo terópodo fue encontrado. Los únicos fósiles encontrados de la criatura consisten en fragmentos del cráneo y la mandíbula y datan de más de 95 millones de años, remontándose a mediados del Cretáceo, de acuerdo a la paleontóloga Elaine Machado, quien anunció el descubrimiento en una conferencia de prensa en la Academia de ciencias de Río de Janeiro.
Como todo espinosáurido, el Oxalaia poseía un cráneo alargado y una gran mandíbula con capacidad para sustituir dientes desgastados o quebrados rápidamente debido a su comportamiento carnívoro. Otra característica de sumo interés es que este animal parece estar más relacionado con su pariente africano, en Espinosaurio, que con sus parientes más próximos en términos geográficos, aunque el conocimiento que se tiene de estos dinosaurios brasileños es casi nulo, por lo que aún no se puede averiguar con certeza si estaba más emparentado con uno que con el otro. De hecho, el descubrimiento del Oxalaia podría proporcionar nuevas teorías sobre la validez o invalidez de algunas especies ya descubiertas, como ha ocurrido en la última década con muchos tipos de animales prehistóricos.
Sin embargo, esta no es la única sorpresa que nos ofrece Sudamérica esta semana.
Los Deinonycosaurios Primitivos Continúan Impresionando Desde el Sur
Tan sólo dos días después de la publicación del Oxalaia, se describió un dinosaurio descubierto en Neuquén, Argentina en 2006, por Diego Rosales. Se trata de un terópodo no muy común en el hemisferio sur: un deinocnycosaurio. Este nuevo ejemplar fue nombrado por Juan D. Porfiri, Jorge O. Calvo y Doménica Santos como “Pamparaptor micros”, quienes afirman que en vida, el animal pudo llegar a medir unos 50 o 70 cm de largo y se caracterizaba por una bizarra morfología dactilar en las patas traseras. Sin embargo, existen dudas respecto al tipo de deinonycosaurio al que pertenecía el Pamparaptor, ya que algunas características parecen ser cercanas a los troodóntidos, mientras que otras parecen ubicarlo en un grupo primitivo de dromeosáuridos, tal vez, el grupo que dio origen a los unenlagios, hasta ahora los únicos deinonycosaurios conocidos en el hemisferio sur. Por ahora, las pruebas parecen apuntar a que el Pamparaptor fue un deinonycosaurio basal, fortaleciendo la teoría de que este grupo haya tenido sus orígenes en el sur (específicamente, en África), como se vio en la entrada anterior.
El Acrocanthosaurio es Admitido en la Familia del Carcharodontosaurio
Desde mediados de los años 50, cuando fue descubierto, se pensó que el Acrocanthosaurio estaba directamente emparentado con el Allosaurio, siendo visto como una versión más grande y robusta de éste, con un cráneo más alargado y con una sorprendente elevación dorsal. No fue hasta finales de los 90s, tras el descubrimiento de los primeros carcharodontosáuridos, en el hemisferio sur, los cuales estaban visiblemente relacionados con Allosaurus y sus más cercanos familiares, que se comenzó a desintegrar esa visión. Desde entonces, se inició una duradera polémica sobre la ubicación taxonómica del Acrocanthosaurio.
En 2000, los paleontólogos Ken Carpenter y Philip Currie describieron un cráneo casi intacto de un Acrocanthosaurio hallado en Oklahoma, el cual estaba parcialmente enclaustrado en las rocas cuando fue inicialmente estudiado. Ahora que el ejemplar ha sido completamente preparado, Eddy y Clarke decidieron hacer otra observación del cráneo. Comparándolo con los de otros allosauroides y otros terópodos no relacionados a éstos, esperaban encontrar la familia a la que pertenecía este dinosaurio o encontrar especies similares en los registros fósiles. El reporte final de Eddy y Clarke proporcionó una guía detallada sobre el cráneo del Acrocantosaurio, y los científicos fueron capaces de sacar algunas conclusiones de su amplio estudio. Eddy y Clarke confirmaron que el Acrocanthosaurio fue un carcharodontosáurido primitivo, estando particularmente relacionado con el Eocarcharia, encontrado en Níger, y a su vez, ubicado en lo que podría considerarse como el grupo de transición entre la familia Allosauridae y la Carcharodontosauridae. Esto significa que el Allosaurio y el Acrocanthosaurio pertenecían a linajes separados del grupo Allosauroidea.
De acuerdo a Eddy y Clarke, el Allosaurio y el Acrocanthosaurio compartieron un ancestro común en algún punto del tiempo, lo que nos puede decir algo acerca de cómo los dinosaurios se movían de una parte del mundo a otra. Eddy y Clarke plantean que alrededor de 143 a 134 millones de años, los dinosaurios podrían haber pasado de la Europa prehistórica a América del Norte a través de las conexiones de tierra, incluyendo Groenlandia y varias cadenas de islas. Desde la identificación del Neovenator en el nuevo estudio, como un carcarodontosáurido primitivo que vivió en Europa justo después de este período de tiempo, los científicos han propuesto que los carcharodontosáuridos podrían haberse esparcido fuera de Europa, hacia África, Asia, América del Sur y América del Norte a través de las diversas vías abiertas en esa época. Los miembros dispersados se habrían adaptado de manera diferente en cada continente, con el Acrocanthosaurio siendo el único en América del Norte, hasta ahora.
Pero la realidad es que sólo estamos empezando a comprender el origen y evolución de este grupo de dinosaurios. Durante mucho tiempo, el Allosaurio y el Acrocanthosaurio parecían excéntricos de Norte América, a diferencia de los dinosaurios carnívoros de otros lugares, pero los nuevos descubrimientos están permitiendo a los científicos reconstruir poco a poco sus relaciones e historia común. Probablemente, aún hay muchos allosauroides esperando por ser descubiertos, y el descubrimiento de estos dinosaurios aún desconocidos permitirá a los paleontólogos profundizar en la historia de algunos de los mayores depredadores que jamás vivieron.
¡…Qué Dientes tan Variados Tienes!
Usualmente, se piensa que sólo los mamíferos están caracterizados por poseer una amplia variedad morfo-dental en sus mandíbulas, pero eso no es del todo cierto. Son varias las especies de dinosaurios que se han encontrado con formas diversas en sus dientes. Ahora, un reporte escrito por Miriam Reichel en el Canadian Journal of Earth Sciences (Diario Canadiense de Ciencias Terrestres) el año pasado, en el que revela que el poderoso Tiranosaurio rex y el Albertosaurio poseían dientes diferenciados. El reporte de Reichel consiste en un estudio que realizó para saber cómo cmían los tiranosáuridos. Éste confirmó que, aunque los dientes de Albertosaurio y el Tiranosaurio parecen ser del mismo tipo, estos dinosaurios tenían en realidad, tres clases diferentes de dientes. Los dientes en la parte delantera de la mandíbula superior son pequeños y están situados uno muy cerca del otro, los de la parte central de la mandíbula son excepcionalmente largos y curvados y los de la parte posterior de la mandíbula son más pequeños y ligeramente recurvados. Lo que Reichel quería saber era cómo estos dientes variados funcionaron, y así creó modelos computarizados en 3-D de los dientes del Albertosaurio y del Tiranosaurio para probar cómo funcionaban hasta llegar al punto del estrés y las tensiones creadas al morder.
Como es de esperarse de un gran depredador, los dientes de ambos tiranosáuridos se adaptan a diferentes funciones. El estudio de Reichel determinó que os dientes frontales, pequeños y robustos de los tiranosaurios fueron utilizados, probablemente, para arrancar grandes pedazos de carne, los dientes mucho más grandes en el centro de la mandíbula estaban perfectamente diseñados para sujetar una presa inquieta y desesperada por escapar de las fauces del animal, y los dientes en la parte posterior de la mandíbula están idealmente posicionados para transmitir la fuerza necesaria para triturar o quebrar huesos.
En el caso del Albertosaurio, era sencillo observar un set compatible de dientes desde el frente hacia atrás, a lo largo de las mandíbulas superiores e inferiores, cuyas funciones parecían ser concurrentes, pero en el Tiranosaurio, los patrones de los dientes superiores e inferiores difieren. Concretamente, los dientes en la parte delantera de la mandíbula inferior del Tiranosaurio no estaban en la posición indicada para arrancar trozos de carne, pero sí en el lugar adecuado para soportar las fuerzas asociadas a la captura de presas. Reichel sugiere que esto se debe a que el Tiranosaurio tenía una adaptación mandibular en la que los dientes de la parte delantera de la mandíbula inferior fueron los más cercanos a los dientes grandes de la media mandíbula superior, excelente para la captura de presas, lo que significa que pudieron cambiar su función para dotar al T-rex de la más sofisticada arma de sujeción de la naturaleza, compensando su alteración en la posición en la mandíbula.
Seguramente, los paleontólogos continuarán buscando maneras de recrear las mordidas de los tiranosaurios. Como es sabido, aún no tenemos conocimiento 100% cierto sobre las mordidas de estos dinosaurios, pero una cosa es segura: cuanto más descubrimos acerca de ellos, de sus mandíbulas y de sus estrategias alimentarias, más aterradores parecen haber sido en vida.