¡Saludos! Hoy, 6 de noviembre de 2015, celebramos por
primera vez en el blog una fiestividad en honor al enigmático y fascinante Espinosaurio. Y es que hoy, el
terópodo más grande del que tenemos conocimiento cumple 100 años desde que fue
oficialmente presentado en la Academia de Ciencias de Baviera por Ernst Stromer
von Reichenbach, haciéndose público al mundo. Esto, desde luego, amerita un
homenaje. De modo que justo un mes después de haberles deseado un "Happy
Rex Day", Mundo Terópodo les desea un...
Como dice el título de la entrada, el homenaje de hoy se
centra en discutir más a fondo un tema del que ya hemos hablado en otras entradas, la característica más peculiar del Espinosaurio: Sus prominentes y distintivas espinas neurales.
Desde que fue descubierto en 1912, el Espinosaurio captó la
atención de todos por su tamaño, su misteriosa apariencia y sobre todo, por sus
sobresalientes espinas neurales nunca antes vistas en un terópodo. Durante
años, ha habido controversia sobre la función de estas prolongaciones y aún
hoy, este sigue siendo un misterio que intriga a la comunidad científica.
Varias teorías se han propuesto. Una línea teórica
actualmente muy refutada sugiere que las elevaciones vistas en el lomo del
Espinosaurio pudo haber sostenido una especie de joroba que le permitía a la
criatura almacenar grasa, proveyéndolo de la capacidad de acumular grandes
cantidades de energía aún cuando no dispusiera de mucho alimento. Esto le permitiría
al animal desempeñarse de forma eficiente aún en las condiciones más hostiles.
Sin embargo, esta teoría estaba principalmente fundamentada en la premisa de
que el Espinosaurio vivía en un hábitat árido y seco, lo cual sería desmentido
en estudios posteriores, los cuales revelaron que el Espinosaurio habitaba en
un mundo muy húmedo, exuberante y rebosante de vida, por lo que la idea de una
joroba que proporcionara un suministro energético comenzó a perder vigor. Aún
así, se cree que este ecosistema era azotado por intensas y largas sequías, lo
que si bien no necesariamente valida la idea de que este terópodo contara con
una joroba, tampoco lleva a desconsiderarla. Además, teniendo en cuenta la
premisa de que el Espinosaurio haya un animal semiacuático, algunos especulan
la posibilidad de que una joroba le haya proveído control sobre la
flotabilidad y la sumersión.
Ilustración de Rodrigo Vega
No obstante, la teoría más aceptada hasta el momento es que las
espinas neurales estaban bordeadas por tejidos sanguíneos y unidas por una capa de piel
fina y membranosa, formando una especie de vela. Algunos sugieren que esta llamada
"vela dorsal" pudo haber funcionado como un termorregulador biológico
que liberaba o absorbía calor gracias a la presencia de vasos sanguíneos que
distribuían la sangre hacia y desde la estructura (haciendo un uso eficaz del sistema
circulatorio para exponer la sangre más directamente a los rayos del sol para
de esta forma calentarse o al viento para refrescarse). Sin embargo, esta
teoría es más plausible bajo la premisa de que el Espinosaurio era un animal de
sangre fría, mas estudios recientes sugieren que este no era el caso de los
dinosaurios. Además, esta línea de pensamiento en algún momento estaba
fortalecida por el hallazgo de otros dinosaurios encontrados en el norte de
África en los que se ha visto una estructura similar. No obstante, el hecho de
que no todas estas especies compartieron el mismo entorno y los hábitos de conducta
del Espinosaurio y de que éstos en son hasta ahora poco comunes, no facilita
llegar a conclusiones precisas. Aún así, algunos no descartan la idea de que la
vela era utilizada para termorregulación teorizando que el cuerpo del
Espinosaurio no necesariamente funcionara igual al de muchos animales de sangre
caliente de la actualidad. En adición, dado que nuevos estudios que sugieren que
este terópodo asumía un estilo de vida semiacuático, hay quien considera la
posibilidad de que el Espinosaurio mantuviera la vela expuesta al sol mientras
mantenía el resto de su cuerpo bajo el agua, lo que le permitiría mantenerse
cálido y activo a pesar de pasar mucho tiempo sumergido, por lo que la
posibilidad de que la vela haya actuado como aparato termorregulador aún es
considerada en cierto sentido.
Ilustración de Davide Bonadonna
Una de las teorías más aceptadas actualmente es que ésta servía
para comunicación corporal. Se especula que la vela de los machos pudo haber
sido más grande y de coloración más brillante, de modo que sería más vistoso. También se teoriza que el Espinosaurio pudo
haber tenido la capacidad de bombear sangre hacia la vela mediante los vasos
sanguíneos presentes en la estructura, permitiendo que ésta cambiara de color
para atraer la atención del sexo opuesto o bien, para intimidar a sus rivales,
aparentando ser más grande de lo que es. La identificación de líneas rojizas en
los huesos que la conforman sugieren la presencia de los vasos sanguíneos en la
estructura anteriormente mencionados y de los que durante mucho tiempo, sólo se
había especulado, lo que parece ser un buen indicio de que las espinas neurales
sostenían más bien una vela que una joroba.
Tras la reciente reconstrucción sugerida por Nizar Ibrahim,
Paul Sereno y sus colaboradores en 2014, se han discutido otras posibles
funciones, como la posibilidad de que la estructura formada por las espinas neurales
fuese más útil para el balanceo corporal de la criatura mientras se movía, contribuyendo
a distribuir su peso mientras se desplazaba sobre tierra y proporcionando un
peso extra para mantenerse sumergido por más tiempo mientras se movía en el
agua en busca de su presa.